jueves, 4 de diciembre de 2014

EDITORIAL DEL 4 DE DICIEMBRE - YO ME UNO CON QUIEN YO QUIERA




YO ME UNO CON QUIEN YO QUIERA


El relato bíblico de la conversión de Cornelio es fascinante. Dios en ocasiones, y solamente en nuestra visión humana, pareciera que simplifica las cosas y en otras que las complica.
Este relato se encuadra en la segunda de estas hipótesis.
Pedro ora en la terraza, tiene una visión de animales que bajan desde el cielo en lienzos, Dios indicando que mate y coma, y confronta sus costumbres judías, y él se niega porque los llama animales inmundos. Dios lo reprende diciéndole que no llame inmundo a lo que El ha santificado.
Si por un instante, nos metiéramos en la piel de Pedro, podríamos divagar acerca del porque de la reacción de Pedro. Yo quiero compartirle mi opción, quizás el pensó que Dios lo estaría probando para ver su fidelidad al pueblo escogido.
Habrá pensado no yo no voy a caer en esta trampa, no voy a ser el que traiga contaminación al pueblo escogido, al pueblo llamado a apartarse, a ser diferente, a expresar las virtudes de Dios en un mundo cruel e insensible, en definitiva un mundo que había traicionado una y otra vez al creador.
Uno cree que con la visión y la reprensión posterior se resuelve todo. NO! Lejos esta de solucionarse. El Padre tiene que enviar el Espíritu Santo para interrumpir el discurso de Pedro y allí recién entiende que a lo que el llamaba gentil (Goy en hebreo que significa pueblo ajeno al escogido), Dios le brinda la oportunidad de ser considerado como familia, a través de la transformación que provee la conversión.
¡Como somos!
La oración de Jesús en Juan 17 en ocasiones se malogra por la dureza del corazón de su propio pueblo.
La definición de hermano la llevamos al plano intelectual, las juzgamos con la medida de nuestra mente, de la instrucción aprendida, cuando el nuevo nacimiento es un hecho espiritual por lo que debe ser percibido a través del Espíritu. Pedro vio una manifestación genuina de Espíritu Santo de Dios y no puedo resistirse a romper un paradigma que lo había acompañado durante toda su vida, aún antes de conocer a Jesús.
Pero nosotros siempre vemos el pelo en la leche, encontramos una excusa para desechar, aún antes de escuchar la opinión de Dios de la persona que tenemos enfrente.
Y si esta relación se concreta, aún caemos en la tentación de solo compartir la revelación recibida, sin siquiera permitirnos el placer de escuchar lo que Dios tiene para decirnos a través de ellos.
¿No nos permitimos pensar que Dios nos ha enseñado para que una comunión de ida y vuelta, con una profunda humildad compartamos lo recibido?
¿Somos los únicos salvos? ¿Corremos tanto riesgo en la comunión con otros? ¿Si somos espirituales, no tenemos la capacidad de discernir lo bueno y lo malo?
Los católicos y la virgen, los evangélicos y el evangelio de la prosperidad entre tantas otras cosas, son excusas para no encontrarnos con un Dios que sueña con el día en que todos sus hijos puedan expresarse el amor en libertad y la unidad del Espíritu, se transforme en unidad de la fe, y luego en unidad del cuerpo.
Por supuesto no son todos, pero tampoco ninguno.
No puedo unirme con quien a mí se me ocurra, debo tener un corazón abierto a todos aquellos que han nacido de nuevo.
Hay mas advertencia bíblica acerca de dividirme con mi hermano, que sugerencia a tener cuidado con quien nos unimos, porque en definitiva Dios es el que va a unir a su iglesia.
Con quien no tenemos que estar esta claro, aquel que llamándose cristiano sea…. Por favor no pongamos la vara más alta.
Ecumenismo, no. El gran paragua que rejunta todo, eso no.
Pero si procurar marchar hacia la unidad del Espíritu con gente que ama al Señor aunque en sus vidas haya formas distintas (no pecaminosas), y que no desarrollen la obra “tan bien como nosotros”.
Tengamos un corazón abierto y vamos a ver como Dios derrama su Espíritu Santo en las vidas de gente que con errores aman a Dios.
Dios no quiere un pequeño pueblo muy feliz, Dios quiere una Iglesia grande, enorme, sin mancha, santa, unida, que sea expresión real de quien es JESÚS.
En este mundo hay muchos Cornelios a los que nosotros subestimamos pero Dios ama.  

Claudio Pagura

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