COMENTARIOS Y OBSERVACIONES SOBRE NUESTRO ESTILO DE EVANGELISMO
Keith Bentson, 1994.
INTRODUCCIÓN:
La
naturaleza de la Iglesia del Señor es evangelística y misionera. Algunos afirman
que la tarea suprema de la Iglesia es evangelizar. Aunque
preferimos no ser tan categóricos en
definir su naturaleza como tan
preeminentemente evangelística, para dar el merecido lugar a otros aspectos de
su vida y ministerio, sigue siendo una verdad
fundamental que ella está en la tierra para predicar el evangelio a toda
criatura y hasta el fin del mundo. A continuación queremos señalar unos aspectos evangelísticos
que reflejan nuestro sentir y concuerdan -hasta ahora- con nuestra visión evangelística
y misionera.
I. EVANGELIZACIÓN APOSTÓLICA Y
PIONERA EN CONTRASTE CON EL EVANGELISMO
CONGREGACIONAL
Pensamos que es justificable
distinguir entre una gracia evangelística de
orden apostólico (del equipo apostólico)
y la que emana de
la vida y trabajo de la
hermandad cristiana en una localidad. Veamos:
Apostólico
|
Congregacional
|
Son enviados en una misión
especial, por un
periodo de tiempo. |
Residen permanentemente en el
lugar.
|
Introducen el reino de Dios.
|
Viven el reino de Dios.
|
Su ministerio es frontal.
|
Su ministerio permea.
|
Las señales sirven para
confirmar la veracidad
del mensaje. |
Las sanidades más bien
reflejan la
paternidad de Dios entre su pueblo. |
Se destaca su autoridad espiritual,
su poder y
unción. |
Su vida y testimonio vienen a
ser su
arma principal. |
Nota:
Es obvio que estas diferencias no son absolutas, pero sin embargo el diferenciar
la gracia y ministerio apostólicos de
una gracia congregacional contribuye a que la congregación no pretenda
ser ni más ni menos de lo que Dios la ha destinado a ser y de hacer.
Hacemos bien en recordar que las últimas palabras de nuestro
Señor dadas en Mt. 28:18,19, Mc. 16:15-18, Lc. 24:46-49 y Hechos 1:8
son primeramente dirigidas a los
que poseen una
vocación apostólica y misionera. Literalmente los apóstoles tenían la obligación de realizar un ministerio
itinerante, cosa que no se pide necesariamente a los demás santos. Al mismo tiempo la iglesia hereda la savia y gracia apostólicas, toma en serio
los mandatos que fueron entregados a los apóstoles y se desarrolla bajo sus preceptos.
II. EL EVANGELISMO EN BASE A LA VIDA Y TESTIMONIO
DE LOS SANTOS.
1)
Una congregación tibia, enfermiza y dividida no solo no crece, sino que también
impide el ministerio de los evangelistas. Una vez fundada la iglesia, su vida y
testimonio pesa fundamentalmente más que un ministerio traslocal; un
evangelista habitualmente ni quiere ministrar en un ambiente de frialdad y
división.
2)
Observamos que en las Epístolas, muy poco se anima a que la congregación
evangelice; más bien se le exhorta a que viva como pueblo de Dios. No obstante,
las congregaciones eran animadas a
evangelizar gracias al ejemplo de los apóstoles, al testimonio del Espíritu Santo,
y al amor derramado en sus corazones al efecto de amar a su prójimo (ver Fil. l:27-29;
Hechos 15:35; I Cor. 15:58).
3)
Recordemos que son, en gran parte, los nuevos discípulos los que, viviendo en
un cardumen, traen a otros a la comunión de los santos, a las reuniones y al Señor.
4) Es
importante dedicar un tiempo especial a los familiares inconversos de los recién
convertidos, especialmente a los esposos y padres.
III. LAS SIGUIENTES FORMAS "NATURALES"
HAN SIDO ENTRE NOSOTROS LAS MÁS EFICACES PARA GANAR GENTE
NUEVA:
§ Reuniones dominicales;
§ Reuniones caseras;
§ Contactos personales;
§ Esfuerzos de 3 a 5 días en el salón
propio o en otro alquilado;
§ Participación en una campaña
unida.
RECOMENDMOS:
Un discípulo (especialmente uno nuevo en la fe) invita a su casa a familiares y
vecinos, sin que se pretenda convertir esa casa en una reunión casera. Se
realizan de uno a cinco encuentros allí solamente para predicar el evangelio.
Si se convierten algunos, es importante que pronto tengan contacto con el resto
de la congregación.
IV. INFLUENCIAS Y TENDENCIAS QUE COARTAN EL FILO
DEL EVANGELIO
1) El
humanismo: coloca al hombre en el centro. Sus necesidades y deseos vienen a
ocupar el centro del mensaje. Aunque no debemos exagerar las
diferencias entre las ofertas y las
demandas del evangelio -pues ambos aspectos son parte del evangelio-
igual nos corresponde discernir bien lo sutil que es la predicación donde al
fin de cuentas el oyente queda con la idea de que él es el centro. Debemos
dejar la siguiente impresión: Dios no existe para el hombre sino el hombre fue
creado y existe para Dios.
Debemos considerar asimismo los efectos del racionalismo:
el hombre decide lo que está bien y mal; el
secularismo: se divide lo sagrado de lo secular; el hedonismo: el valor
supremo es el placer, sea pecaminoso o no; la prosperidad: no la que es fruto
de una vida ordenada y vivida bajo el reino de Dios (Lc. 18:28-30), sino la que
insinúa egoístamente que Dios quiere que "yo" prospere.
2) El
clericalismo: buscando servir y ayudar a los que necesitan del Señor, nos convertimos en
sacerdotes mediadores, en una casta sacerdotal. Sin querer, creamos una
excesiva dependencia de nosotros, de nuestras oraciones, etc. Debemos recordar:
Isa. 55:6,7; el joven rico (Lc. 18:18ff.) y Rom. 10:13. Hay que considerar que
Jesús no empleó el "llamado al frente", sino que dejó que la
palabra predicada pusiera en
disyuntiva al oyente, obligándole a usar de iniciativa propia para salir de su
estado; no practicó el orar por la gente.
V.
LA META, EL FIN DEL EVANGELISMO
1) Reconciliar con Dios (II Cor.
5:20), con énfasis en la responsabilidad del hombre;
2) Rescatar de Satanás, del
pecado y del infierno (Col. 1:13);
3)
Salvar y redimir vidas que fueron creadas a la imagen de Dios (Col 3:10) Tenemos celo por la gloria de
Dios.
4) Formar de los redimidos en la
tierra una morada para Dios mismo (Ef.
2:22; I Cor. 14:24,25).
VI.
COMENTARIOS FINALES
1) La
salvación es una obra que sólo Dios mismo puede realizar. Ver Jn. 3:1-8; Mt. 11:25,27; Rom. 9:15-18. No
buscamos hacer crecer "mi"
iglesia.
2) Antes,
durante y después de la evangelización, lo más importante es la oración. Ver
Rom. 10:1; ITim. 2:1-4.
3) El
extender el evangelio involucra lucha en nuestro espíritu, lucha que sentimos
tanto en el ambiente mismo que nos rodea como en la oración y en la predicación
(Ef. 6:12, 18-19; Fil. 1:28; ICor. 16:9). La fe y la obediencia son las armas
que garantizan la victoria. Ver Lc. 10:18.
4) No
admitimos conflicto entre la Palabra y el testimonio del Espíritu. Debemos conservar el celo por que el Espíritu
Santo convenza al mundo de pecado, justicia y juicio (Jn. 16:8). Un mero "toque" espiritual sobre
una persona no nos satisface.
5) Debemos
tener presente el principio de: siembra y riego, para no comprometer la obra
del Espíritu en el alma de las personas.
Ni apurar ni presionar; más bien, alimentar, conducir, exhortar.
6)
Debemos entender la relación espiritual entre la obediencia y la fe (En Sant.
2:14-26 "obras" = obediencia). Cristo siempre condujo a sus
oyentes a un acto de obediencia, no a un mero acuerdo sentimental o mental. Ver
Mt. 7:24; Lc. 18:22; 19:5; etc.
7)
Tengamos cuidado de la apelación síquica a sensual: la música, el volumen del sonido,
la caída (ya no como fenómeno, sino como “señal”), etc.
8)
Debemos ser “naturales” y no asumir un papel “clerical” usando un tono de voz
monótono y afectado; no repetir los “!Amén!” y los “!Aleluya!” como salidos de
un salero; evitar sonidos llamativos y
raros de los labios como también movimientos grotescos; etc.
9) El
ser sensible al Espíritu Santo incluye poder discernir entre nuestro espíritu y
alma, entre el calor y fragor del Espíritu Santo y la fuerza humana y síquica
de nuestra alma. Aunque hay vida en nuestra alma, es por el espíritu (el Espíritu)
que se trasmite espíritu vivificante (I Cor. 15:45).
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