domingo, 2 de noviembre de 2014

CAPITULO I DE MI LIBRO LA CARTA (Sirve como visión general de la Historia de Israel)






CAPITULO I DE MI LIBRO LA CARTA
(Sirve como visión general de la Historia de Israel)


CAPITULO I
De Ur de los caldeos hasta Babilonia

Nos reímos del honor y luego nos sorprendemos
de encontrar traidores entre nosotros.



De Ur de los caldeos hasta Babilonia, el pueblo de Israel peregrinó entre naciones hostiles y sus propias infidelidades y traiciones.
Dios, como siempre,  eligió a hombres totalmente imperfectos, para la tarea fundacional de su pueblo, y estos líderes, marcaron los claroscuros típicos de un pueblo de dualidades incomprensibles.
Abrahan y Sara salen de su pueblo y su parentela, convocados por un Dios, que a pesar de su esterilidad, promete una descendencia multitudinaria.
Un solo hijo, llamado Isaac, es suficiente para comenzar con este ambicioso proyecto y Abraham recibe el título de “Padre de la Fe”, por demás de apropiado, ya que los hechos vividos no le ayudaban a creer en la multiplicidad de su descendencia, más cuando tiene que entregar a su hijo, el de la promesa, en sacrificio.
Sobre los hombres de Jacob, segundo hijo de Isaac, quien compra la primogenitura por un plato de lentejas y la sostiene con engaños en los últimos días de su padre, recae la responsabilidad de engendrar a los patriarcas de las doce tribus de Israel, quien son sus hijos y nietos.
Por celos, un hijo de Jacob llamado José, es vendido a Egipto, y a través de distintas situaciones su integridad es probada, y alcanza sitiales importantísimos en el gobierno de este país. En una época de gran hambruna lleva a toda su familia a vivir con el.
José muere, el pueblo se reproduce y es esclavizado por un faraón egipcio que no le conocía.
Jehová levanta a Moisés como libertador de un pueblo que no sabemos si realmente quería ser liberado, dado que en todo el derrotero del desierto  algunos miraron más hacia Egipto que hacia la tierra prometida.
En el desierto se construye una tienda llamada Tabernáculo, donde Dios se manifiesta a las autoridades religiosas establecidas, y guía al pueblo mediante una nube de día y una columna fuego de noche.
Por la incredulidad, el pecado y la idolatría, toda una generación es privada en entrar a tierra de donde fluyen leche y miel.
Cuarenta años, pasaron e Israel de la mano de Josué ingresa a la tierra de la promesa, y a continuación se suceden años de conquista, donde el pueblo es gobernado por jueces, cargo instituido de acuerdo a la voluntad de Jehová, que en su mayoría, ejercen su mandato con un profundo temor de Dios, y llevan al pueblo hacia el propósito planteado.
Durante el gobierno de Samuel, el pueblo, por compararse con las naciones vecinas, pide un rey. Samuel se siente abrumado porque en cierta medida considera que han despreciado su autoridad y Jehová le habla, y le dice que no debe preocuparse, porque en realidad al que han desechado es a El.
Dios quien anhelaba ser Rey de su pueblo, es desplazado por hombres imperfectos, a pesar de todas las demostraciones de amor y fidelidad recibidas de parte de Jehová a través de la su historia. .
Saúl es elegido rey, y termina siendo gobernado por su propio ego. Desobedece una y otra vez y termina muerto en batalla.
Le sucede David, quien a pesar de haber pecado gravemente en varias ocasiones, es un bálsamo para el pueblo, por ser corregible y aceptar siempre la reprensión de su Dios dada a través de los profetas.
No teme humillarse delante de Dios y  a Jehová le da toda la gloria, durante toda su vida. Lleva al pueblo a ser una verdadera expresión de adoración a su Dios.
Su vida no está exenta de problemas, pero termina bien, y establece que su sucesor será su hijo Salomón, fruto de su unión con Betsabé.
Salomón comienza su reinado pidiendo solo sabiduría de Jehová, y Dios agradado por no haber basado su pedido en cosas superfluas, sino en lo eterno le concede ambas cosas.
Construye el templo, vedado a su padre David, por haber manchado sus manos de sangre, su fama se extiende por todo el mundo, escribe libros tremendos como Proverbios, pero tristemente termina mal su vida, volcado a la adoración a los ídolos.
Muerto Salomón, el reino se divide entre Judá al sur e Israel al norte.
A partir de esta ruptura en el año 930 aC aproximadamente, entre Roboan y Jeroboan, se suceden en tanto en Israel como en Judá 20 reyes.
El reino de Israel, escribe una historia de traiciones, donde dieciocho reyes hicieron lo malo delante de Jehová, y en el caso de los otros dos no se hace referencia a su comportamiento.
 En el año 722 son invadidos por Asiria, el imperio del Norte.
Juda en cambio, tiene ocho reyes que hicieron lo bueno delante de los ojos de Dios, 11 que ofendieron a Jehová con su vida, y en el caso del restante no se hace referencia a su comportamiento.
Judá es llevada cautiva recién en el año 586, ciento treinta años aproximadamente, después de Israel.
En el año 609 a.C. se inicia los últimos veinte años de Judá antes del exilio. El trono de Jerusalén fue ocupado sucesivamente por cuatro reyes: tres hijos de Josías -Joacaz, Joaquim y Sedecías- y su nieto Joaquín. La debilidad del sucesor era marcadamente superior a la de su antecesor.
El joven príncipe Nabucodonosor aniquila al ejército egipcio que había tomado cautivo a Judá, al comando de faraón Nekao, en la batalla de Carquemis. Todo Siria y palestina cae en poder de Nabopolasar, rey de Babilonia. Nabopolasar después de la batalla muere y lo sucede Nabucodonosor en el trono.
El rey Joaquín no consideró las reiteradas infidelidades del pueblo y creyó que las promesas hechas a David estaban vigentes, y en contra de los consejos de Jeremías encabeza una rebelión contra Babilonia, suprimiendo la obediencia y se alía con Egipto.
Nabucodonosor pone sitio a Jerusalén y el país es totalmente arrasado. El rey es asesinado, quizás fuera de los muros, y su cuerpo no recibe sepultura. Su hijo asume el gobierno pero capitula al cabo de tres meses. Los babilonios entraron en la ciudad, llevan cautivos con la reina madre, las mujeres, eunucos y personas de relevancia en Judá. 10.000 son los exilados, entre los cuales hay obreros especializados, herreros y fabricantes de armas. También deportan al profeta Ezequiel.
Nabucodor pone como rey a un amigo de Jeremías, Sedequías,  último rey de Judá.
Israel en el exilio
La ciudad de Jerusalén fue completamente destruida y el templo incendiado. Solo quedaron en Judea pobres campesinos, en condiciones de extrema indigencia.
Algunos judíos fueron dispersos, huyendo a Egipto o Transjordania; la elite del pueblo deportado y solo los pobres quedaron en su tierra.
A pesar de lo ocurrido Nabucodonosor no quiso desarticular completamente las instituciones judías ya que establece un pseudo gobierno autónomo.
Pero este rey es asesinado por un miembro de la antigua corte judía, y el territorio es anexado como provincia. Jeremías es arrastrado con el pueblo a Egipto.
Los judíos no se diseminan por el imperio, sino que se concentran en localidades reservadas para ellos, como Tel Aviv, al borde del río Kebar, donde Ezequiel exiliado desarrolla su ministerio sacerdotal y profético.
La vida religiosa continúa. Los ancianos pueden venir a consultar a Ezequiel, quien ejerce su ministerio profético al pueblo judío en el exilio.
Ezequiel en Tel Aviv, Jeremías entre Judá y Egipto y Daniel en Babilonia, mantienen viva la presencia de Dios en el pueblo Judio.
Jeremías que queda con el remanente Jerusalén profetiza destrucción del reino del Sur, la desolación de Jerusalén y el final de la dinastía davídica.  
Pueblo y reyes desoyeron las advertencias del profeta y rechazaron la posibilidad de conversión.
Fue considerado un traidor, lo marginaron y despreciaron. Su vida y su obra se sitúan en una época de muchas convulsiones.
Siempre una última palabra de esperanza para Jerusalén a pesar del desastre por venir, está en boca de Jeremías. Tras la catástrofe, anuncia la restauración del pueblo en sus páginas de consolación.
En el capítulo veintinueve de su libro homónimo, registra la carta que dio origen este libro.
Daniel que era un joven de aproximadamente quince o dieciséis año, es llevado a Babilonia, por su aspecto físico y por ser parte de una de las familias selectas de Judá.
Sin embargo, no se siente atraído por los lujos babilónicos sino que guarda como un gran tesoro su fidelidad a Dios.
Su comportamiento, de acuerdo a lo que nos cuenta su libro, demuestra que recibió y se sujeto a la carta remitida por Jeremías. Nunca estuvo al acecho para terminar con el exilio, sino que estuvo dispuesto a cumplir con los propósitos de Dios para su vida.
En el capítulo 9, versículo 24, Gabriel mediante una visión le confirma la veracidad de la carta de Jeremías referente a los setenta años de permanencia en Babilonia.
La carta conmueve a los exiliados, y tira por la borda ilusiones falsas, pero renueva la esperanza de un Dios cercano, dispuesto a bendecir a su pueblo.
Espero fervientemente que cause el mismo efecto en tu vida. 

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