Donde está nuestra mirada
En estos días hablando con algunos amigos y hermanos, resaltábamos
la mejoría en la seguridad en la ciudad de Rosario, y deseábamos que este
cambio sea sustentable a través del tiempo.
El solo hecho de pensar en esta mejoría, (y les habla
alguien que perdió la cuenta de las veces que fue robado), producía en mi un
cambio repentino de ánimo. Mejoraba mi optimismo y me invadía una sensación de
naciente “seguridad”. Apenas naciente, pero el solo hecho de no pensar que las
cosas iban a empeorar, y que a mis hijos y nietos (estoy a meses de ser abuelo
por primera vez), les esperaría un futuro donde la violencia y la injusticia no
sea moneda de todos los días, aplacaba mis tormentas profundas.
Pero inmediatamente me di cuenta que en algo me estaba
equivocando. Mis alegrías y tristezas pasaban por el día a día. En televisión hoy
reina la medición de audiencia minuto a minuto.
Corremos el riesgo de vivir con una medición del “clima
general” minuto a minuto que solo logra manejar y empeorar nuestros estados de
ánimo como si fueramos títeres de piolines.
La información esta buena, la sobreinformación potencia
nuestras alegrías y tristezas.
Pero recapacité sobre
algo que aún empeoraba mi situación, si miro las cosas que fluctúan,
indudablemente voy a fluctuar con ellas.
En medio de las situaciones de la vida, el minuto a minuto
nos perjudica, nos desenfoca, nos turba y nos confunde.
El autor de Hebreos en el capítulo 12 nos insta a correr por
la vida no mirando al costado sino poniendo nuestra mirada atenta en Jesús.
Hablar de Jesús es hablar de alguien que no cambia, que está
sentado en un trono eterno inconmovible, omnisciente, omnipresente, que todo lo
puede y que para colmo nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el
fin si completamos la obra que el inició hace dos mil años.
Ahora debo confesarte que el conocimiento intelectual de
estas verdades eternas, no termina de darme la certeza espiritual de que todo
esto que me impongo creer sea cierto.
Y te estoy hablando de lo siguiente, no llega a modificar mi
estado de ánimo de manera permanente, ni estabiliza mis emociones, a pesar de
que como dice Pablo en su carta a los Romanos, produce fe ya que no hago otra
cosa que escuchar palabra de Dios.
Sin embargo, mirar a Jesús significa estar en una comunión
constante con El, renunciar a nuestro monologo interior y dejar que el diálogo
con su Santo Espíritu que habita en nosotros, produzca el milagro de comprender
que el mundo real, no es el que vemos con nuestro ojos naturales, sino el mundo
espiritual que solo se percibe en comunión con El, y que nos brinda la
seguridad de que estamos en las preciosas manos de Dios que solo tiene
pensamientos de paz y no de mal para nosotros.
Si tu tormenta a arrecia y se hace incontrolable,
simplemente soltá el timón de la barca y despertá a Jesús para que calme tu tormenta y conduzca
toda tu vida.
Mirar a Jesús es mirar a alguien que no cambia, a alguien
invariable, inmutable, que siempre pero siempre muestra interés, amor, y
capacidad para intervenir en cada situación a favor de los que le aman.
Claudio Pagura – 13 de noviembre de 2014
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