La Pornografía... flagelo silencioso
Si una espesa ola de barro inmundo invadiera nuestra casa ¿la disfrutaríamos? ¿nos llenaría de placer? La respuesta es obvia. ¡Claro que no!... Solamente los cerdos estarían de fiesta. Pero... ¿qué podemos decir de ese aluvión viscoso y repulsivo llamado pornografía que se ha metido silenciosamente en nuestros hogares a través de los medios de comunicación masivos, literatura, cine, música, televisión e internet. Que ha saturado la mente de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ignorantes e ilustrados. Que ha traspasado las fronteras de idiomas, culturas, estratos sociales, etc. que se pasea cómodamente tanto por los patios de nuestros colegios, como en la guantera de los camiones, en la mesa de luz de “Doña Rosa”, bajo el colchón del adolescente, en el taller, en el bufete, en la sacristía, en el bar, en la pieza de hotel, y en los miles de cyber que han proliferado por doquier?
Pornografía viene de una palabra griega pornographos que significa porne: ramera; grapheiu: escribir. Según el diccionario es “Delito de difusión de imágenes obscenas que atentan contra el pudor y buenas costumbres”.
El negocio de la pornografía mueve millones de pesos, dólares, euros, libras, o lo que sea. Llena el bolsillo de unos pocos mercaderes del vicio, y arruina la vida de millones. Tiene el extraño poder de tomar por la nariz a incautos y hacerles creer que son los más listos del mundo, que el estiércol es un manjar, y que las cadenas y grillos son alas de libertad. Bien lo dice San Pedro en una de sus epístolas “prometen libertad y son ellos mismos esclavos de corrupción”. Produce adicción, una avidez que jamás se satisface, ata, esclaviza, pudre el alma y corrompe todo el ser. Y, lo peor de todo, lleva a conductas ruines en perjuicio propio y de los demás.
En efecto, investigaciones realizadas por expertos en conducta humana, criminalistas y diversos profesionales nos ilustran con estas textuales palabras “la pornografía es el combustible que a menudo enciende la llama de la violencia y los asesinatos, del incesto, aborto, estupro, lascivia, adulterio, fornicación, homosexualidad, lesbianismo, la pederastia (el abuso sexual de niños), y de todos los violadores”.
La Biblia lo dice con toda claridad en Proverbios 23:7 “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. La realidad ha demostrado que esta verdad es innegable. Actuamos y somos según lo que satura nuestra mente. La mente engordada por la pornografía, toma la sexualidad, ese don maravilloso de Dios y lo exacerba hasta convertirlo en una bestia incontrolable, por mas que por fuera vista el traje de “gran señor”, o “respetable dama” o “buen tipo”. A personas así, Unamuno, célebre pensador español los llama “seres fisiológicos”.
Cualquiera al leer esto podría pensar que estos conceptos vienen desde la impoluta torre de marfil de gente pacata, santulona y mojigata ¡No es así! ¡Es que hemos visto de cerca tanta tragedia provocada por los consumidores de este flagelo!!!... Nos hemos asomado al sufrimiento de niños y adolescentes aberrados, de esposas mancilladas por maridos que quieren practicar las “fantasías” que “mamaron” en la pornografía, de personalidades desbastadas
por aberraciones malditas y digo “asomado” nomás, porque la hondura de miseria y dolor a que han sido empujados solo la puede entender el que la experimentó. ¡Y todo esto nos da mucha bronca!
No obstante, aquí viene la “pregunta del millón” ¿Se puede dejar de ser adicto a la pornografía? ¿Es posible un cambio de vida? ¡SI!... hay UNO capaz de hacerlo.
La palabra Evangelio significa “buenas noticias”. Y en el Evangelio de San Lucas en la Biblia, Jesucristo declara la “buena noticia” que su misión en la tierra es “sanar a los quebrantados de corazón... anunciar libertad a los cautivos... poner en libertad a los oprimidos”. No importa la profundidad de esclavitud a la que el extravío humano puede llevarnos. Jesucristo es real, su discurso no es mera retórica como la de muchos políticos.
¿Porqué no darle una oportunidad?
Sara Siccardi de Díaz
exelente consejo
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